Una bella historia de amistad

Más por obligación que por devoción, y no se desprenda de mis palabras ningún género de aversión hacia uno de mis libros preferidos, releí recientemente el Quijote , no el texto original, claro está, sino una versión adaptada para el público adolescente que llena las aulas de bachillerato. Cuando tenía la edad de mis alumnos y por profesora a doña Antonia Cruz, oriunda de Melilla, todo un temperamento, vaya que sí, me vi obligado a leer, como el resto de mis compañeros, un Quijote sin soda, en una edición de Austral, con una letra de cuerpo tan pequeña que se asemejaba a un ejército de pulgas. Años después, cuando la vida comenzaba a ir en serio, releí la novela de Cervantes en una edición prologada por el catedrático de la Universidad de Barcelona, José María Valverde. El libro me pareció diferente porque yo también lo era. Si Dios me conserva la salud, espero tenerlo entre mis manos un par de veces más. Cada lectura es diferente: el Quijote no se agota nunca. ¿Qué puedo ...