Envejecer, morir, es el único argumento de la obra

La gente muere y no es feliz. En cambio, unos pocos sí lo llegan a ser, como Mario Vargas Llosa. Un tipo con suerte: además de su innegable atractivo por carácter y físico, fue un genio de las letras, el último gigante de la literatura en español. Un estajanovista en lo suyo: decía que su obra era fruto del trabajo y no de su talento. La modestia de un grande. Murió de viejo, a los 89 años. La vejez, ¡ay!, la vejez. Oteo la senectud en el horizonte. Me faltan cinco o seis estaciones para llegar a esa estación. Hace un par de semanas, leí una entrevista que le hacían al poeta Luis Antonio de Villena a propósito de su último libro, Miserable vejez . La conversación con el periodista giraba en torno a la decadencia física y mental en el invierno de la vida. No hay nada rescatable en hacerse viejo, decía De Villena, que tiene la elegancia patricia de no caer en el autoengaño. La cercanía de la vejez y sus estragos en uno mismo y en sus relaciones con los demás centran la novela ...