'Corazón' o el triunfo de la bondad

Hay libros que se deberían leer en la niñez, pero su lectura quedó aplazada a la edad adulta. Muchos escolares del siglo pasado, hoy jubilados o en vías de serlo, leyeron Corazón, de Edmundo de Amicis, en su infancia. Mi amigo Juan R. me comentó recientemente que es una de las lecturas que han dejado huella en su vida. Yo lo tenía pendiente desde hace mucho tiempo, pero no hallaba la ocasión de leerlo. No suele venderse en las librerías, hay que pedirlo; por suerte todavía lo tiene Alianza Editorial en su catálogo. Una mañana de este otoño cálido lo encontré en una librería de lance. Me hice con él por menos de lo que cuesta un cortado. 

Corazón fue publicado en 1866. Es importante destacar el año porque sucede a la unificación italiana. El amor a la patria fundada por Garibaldi y Cavour recorre las páginas de esta novela que toma la forma de un diario escrito por un niño de 13 años, Enrique, que nos cuenta un curso escolar. El diario está salpicado de cuentos. Uno de ellos es de De los Apeninos a los Andes, que inspiró la serie de dibujos animados sobre Marco. Aún recuerdo verla -creo que los sábados por la tarde- cuando yo era también un niño. Lloré mucho con ella.

Este clásico de la literatura italiana es un compendio de buenos sentimientos. Si se me permite la hipérbole, el lector sale mejor persona después de leerlo. Todos sus personajes se comportan de una manera noble y desinteresada, salvo Franti, un escolar que acaba siendo expulsado de la escuela por su mal comportamiento. La compasión, el sacrificio, la humildad y el respeto a la verdad están presentes en cada personaje. Corazón debió de ser escrito por una buena persona, un oficial del Ejército italiano que acabó afiliándose al partido socialista en 1891.

La bondad sufre un descrédito incuestionable en el arte contemporáneo. En la literatura triunfan los personajes consagrados al Mal. Vivimos bajo el síndrome de American Psycho. La nobleza no vende en las librerías, como en casi ninguna parte. Por eso es de agradecer que alguien nos limpie la mirada con una historia protagonizada por familias, por lo general humildes, del Turín de la segunda mitad del siglo XIX. 

Para alguien como yo, profesor por accidente, Corazón da que pensar. Si aquella escuela italiana existió, y parece que así fue, debo confesar mi admiración y mi envidia. En primer lugar, unía a los niños pobres como Coreta, que trabaja descargando leña, con ricos como Carlos Nobis, a quien su padre le exige disculpas a un compañero por haberlo llamado "andrajoso". En la novela se llega a leer lo siguiente: "Parece que la escuela hace a todos iguales, y amigos a todos. La escuela es como un lazo santo que nos une a todos".

Exactamente como ahora.

La Italia del siglo XIX estaba a salvo de la nueva pedagogía. Esa suerte tuvieron. En aquella escuela se premiaban el esfuerzo, el sacrificio y la excelencia. Se creía que la enseñanza servía para el progreso moral y material de las personas. Todos los niños se afanaban por estudiar. Los había que robaban horas al sueño porque trabajaban para mantener a sus familias. Ese esfuerzo se recompensaba con las notas. La novela acaba con la entrega de calificaciones a los alumnos. Hay nervios, ilusión e impaciencia por conocerlas. Los padres acompañan a sus hijos. Al final cada escolar, según su capacidad, recibe la nota merecida: Garrón, Garofi, Coreta, Precusa, Deroso, Enrique... Deroso, el mejor de todos, saca un sobresaliente. Todos los padres allí presentes exclaman: "¡Bravo, Deroso, bravo!".

Exactamente como ahora. 

Falta referirme a los maestros. Conmovedor es el capítulo del reencuentro del padre de Enrique con su maestro de escuela, Vicente Croseti, que guarda aún los dictados de los alumnos de hace cuarenta años. También nos duele la muerte de la maestra de Enrique al final de curso, consumida por la enfermedad y el enorme sacrificio que le exige su oficio. Una verdadera vocación empujaba a aquellos maestros humildes a dejarse la vida (literalmente) por sus criaturas. A cambio tenían el respeto y el cariño de los padres y sus hijos. 

Exactamente como ahora. 

Como sucede con algunas personas, Corazón tardó en llegar a mi vida pero llegó al final. Mereció la pena esta larga espera. Gracias, Juan R., por recomendármela. 



 

 

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