Una presencia llamada Yann

A María Consuelo Reyna, amiga y compañera

Los amigos me regalan libros. Mi amiga María Consuelo Reyna me ha regalado un buen puñado de ellos, con los que he rellenado un estante de la librería del comedor. Me queda poco espacio, esa es la verdad. No sé dónde encontraré hueco para tanto papel impreso. Me entristece pensar en el destino que les espera cuando ya no esté. Son como los hijos que no tuve y los que me suavizan los días. 

Pocas personas han influido en mi vida. Mis padres y diez o doce más. María Consuelo figura en esta exigente lista. Sin conocerme de nada, cuando era un estudiante de 3º de Periodismo, me dio la oportunidad de hacer prácticas en Las Provincias. Era el verano de 1989. Repetí al año siguiente. Pasaron unos años, y volvió a acordarse de mí, cuando me encontraba en paro. Me contrató en 1996. En el diario trabajé hasta 2003. Con María Consuelo aprendí a sobrevivir en este oficio cruel y hermoso que deja cadáveres a su paso. 

Desde hace un tiempo somos amigos, además de viejos compañeros. Prueba de su amistad es ese lote de libros que conservaré con cariño hasta el final de mis días. He comenzado por La vida material, de Marguerite Duras, publicado por Plaza & Janés en 1988. Se trata de una obra menor, aunque interesante, en la trayectoria de una autora de cuarentas novelas y doce obras teatrales. 

A Duras, que fue también guionista de cine, la conocí a través de la película El amante, dirigida por Jean-Jacques Annaud, basada en la novela homónima. La vi en el cine Cervantes de Albacete, demolido hace muchos años para elevar una torre de pisos caros. La historia de amor y deseo entre una niña blanca y un joven comerciante chino en el Saigón de finales de años veinte me gustó, así que no tardé en comprar el libro, galardonado con el premio Goncourt. Después leí el guion de cine de la película Hiroshima, mon amour. Eso fue a finales del siglo pasado. Duras, exponente de la nouveau roman, murió en 1996. Pocos ya la recuerdan en este tiempo de asesinos.     

Gracias a María Consuelo Reyna he vuelto a una de las grandes escritoras francesas contemporáneas, que quemaba los manuscritos de sus novelas una vez publicadas. La vida material carece de género conocido: no es exactamente un dietario, ni un ensayo, ni mucho menos una novela. Son fragmentos de vida de la autora. Nos habla de las ciudades en las que vive Neauphle y Trouville, del mar, de su pasión por los animales, de las relaciones entre los hombres y las mujeres, del lado oscuro de la familia, de su alcoholismo "para soportar el vacío del Universo", de los cuerpos de los escritores, de colegas como Racine, Proust, Musil...

Marguerite Duras escribe con una prosa breve, hecha de frases cortas, como pequeños golpes para aturdir al lector. Defiende a las mujeres "el trabajo de una mujer es tan duro como una jornada de guerra", llega a decir, pero conoce las trampas que tienden a los hombres. Estas páginas pueden estar escritas por una feminista, pero su feminismo es extrañamente seductor porque huye del maniqueísmo actual, de chicas buenas y varones malísimos, aceptando que a la mayoría de los hombres y las mujeres sólo les puede unir el deseo. "El comportamiento de la mujer es impenetrable para el hombre", escribe Duras, o "Una mujer y un hombre son, a pesar de todo, diferentes. La maternidad no es la paternidad"

Lo conmovedor del libro es su relato sobre su alcoholismo que a punto acaba con su vida, y la historia de amor con Yann Andréa (el segundo nombre se lo puso ella). Todo libro se le debe a alguien, como el pago con que saldamos una deuda. La vida material rinde tributo a la presencia de ese joven estudiante de Caen, homosexual, que le escribía cartas después de que ambos se conocieran en la proyección de la película India Song, con guion y dirección de la autora. Un día ella le respondió hablándole de sus problemas con el alcohol. Meses después, en el verano de 1980, Yann la acompañó al Hospital Americano de París, donde la escritora inició un proceso de desintoxicación. Entonces Marguerite Duras tenía sesenta y seis años y Yann sólo veintiocho. En un intervalo del estado de coma, la autora de El dolor le pregunta si la desea, y él le responde que sí. Para Duras, todos los hombres eran homosexuales en potencia. Sólo por llegar a esta página (la 82) merece la pena leer La vida material

Yann Andréa fue compañero y secretario personal de Marguerite Duras hasta su muerte. Escribió dos libros, M.D. y Ese amor, recordando los años vividos juntos. Cayó en una depresión al no soportar su ausencia. Fue hallado muerto en su domicilio de París, en julio de 2014. Años después se estrenó la película, Quiero hablar de Duras, (2021), basada en unas confesiones que Yann Lemée (su verdadero nombre) hizo a una periodista. Se presenta a una Marguerite Duras despiadada y autoritaria con el joven amante, a quien humilla y anula la voluntad. Es sabido que la escritora tenía muy mal carácter, pero ¿a quién le importa a estas alturas?








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