Los pequeños placeres
El cautivo, basada en el cautiverio de un joven Miguel de Cervantes en Argel, era una película que había que ver. No ayudó la polémica suscitada por su director Alejandro Amenábar. Vender su último trabajo con el reclamo de la supuesta homosexualidad del autor del Quijote podía ser interpretada como una estrategia de marketing para llenar las salas, o servir a la causa del activismo LGTBI. Es decir, convertir a Cervantes en otro icono de la literatura gay. Ya lo hicieron con Lorca. Esto me puso en guardia, e hizo que me acercara a los cine Babel de Valencia más por obligación profesional (recordad que soy aún periodista) que por placer.
Por suerte me equivoqué, o fui lo suficientemente listo para deshacerme de mis prejuicios en los diez primeros minutos de metraje. Había que disfrutar de esta historia, desconocida para la mayoría del público, con la mirada limpia de un niño, sin prejuicios, centrado en los valores estéticos de la película. Cada día es más difícil acercarse a la obra de un artista sin más. Todo parece pensado para que la interpretación de un libro, una película o un disco esté contaminada por la ideología o la orientación sexual del autor. Esto es empobrecedor.
La referencia a la presunta homosexualidad de Cervantes en sus cinco años de cautiverio (1575-1580) ha causado escándalo entre quienes lo tienen en un pedestal, más como gloria nacional que como hombre con sus virtudes y miserias. Pero esto no es nada nuevo, ya que biógrafos como Jean Canavaggio mencionaron tal posibilidad. Nuestro Fernando Arrabal también apuntó que el alumno Miguel tuvo una relación homoerótica con su maestro, el humanista Juan López de Hoyos. Por tanto, nada nuevo bajo el sol cervantino.
Pero, dejando al margen de que Cervantes no pudo ser homosexual, pues la homosexualidad es un concepto inventado en el siglo XIX, nada hay que pruebe que el español más universal mantuviese una relación sexual con Hasán, el bajá de Argel, interpretado por Alessandro Borghi. Y si fuese así, si hubiese practicado el pecado nefando, tal vez obligado por las circunstancias para sobrevivir, ¿en qué cambiaría nuestra valoración de la obra de Cervantes? ¿Vuestro cocinero dejará de ser buen cocinero por su inclinación sexual o por el sentido de su voto?
El cautivo, coproducción hispano-italiana, ha merecido críticas buenas, regulares, malas y muy malas. Yo la recomiendo. Es una historia bien contada, que mantiene el interés del espectador, con una interpretación creíble de Julio Peña en el papel de Cervantes, que llega a Argel con 28 años, y alguna excelente como la de Miguel Rellán en el papel del padre Antonio Sosa. Menos convincente es la de Fernando Tejero como comisario de la Inquisición, porque su personaje caricaturizado carece de hondura y matices. Está pensado para hacer reír la espectador.
Una película no es un documental: es una obra de ficción. Amenábar no necesitaba ser fiel a la vida de Cervantes. El cautivo empieza ya en Argel, obviando la captura del escritor por corsarios musulmanes, cuando el futuro escritor viajaba en la galera El Sol de regreso a España. Lo apresaron muy cerca de la costa, a la altura de Cadaqués o Palamós. Se nos habla de dos fugas, cuando fueron cuatro, todas fracasadas, con Cervantes como instigador. Tampoco se menciona a Rodrigo, hermano de Miguel, también cautivo. Rodrigo fue liberado antes por voluntad de Miguel: el dinero recaudado por sus padres sólo daba para pagar un rescate. Miguel se ofreció a seguir en Argel, lo que prueba su talla humana.
Enseguida el joven Cervantes, gracias a su carisma y habilidad para contar historias, se convierte en el líder del grupo de cautivos cristianos. Desde el primer momento piensa en fugarse. Abandera la libertad de los presos, pero fracasa por las traiciones de un renegado y un dominico. En el Quijote la libertad, definida por el autor como "uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos", es crucial para Cervantes. Por ella se puede y debe aventurar la vida, nos dice. Su experiencia argelina quedará reflejada en el relato del Cautivo, intercalado en el Quijote, y en las comedias El trato de Argel y Los baños de Argel.
Su pericia para inventar historias atrae el interés de Hasán y, como Sherezade, la protagonista de Las mil y una noches, salva la vida gracias a este don. El dueño de Argel, un veneciano convertido al islam, queda encandilado por ese joven flaco y tullido. Gracias a la película, he descubierto que Saavedra viene de la palabra árabe 'Shaibedraa', que significa 'brazo roto' en árabe. El del brazo roto, le llamaban en Argel, El segundo apellido de Cervantes era el de su madre, Leonor de Cortinas. Se lo cambió.
La escena más criticada por ciertos puritanos -en cambio, para mí de las más valiosas- es el diálogo íntimo entre Cervantes y el bajá de Argel en uno de los baños de la ciudad. El escritor defiende el poder del amor en el mundo. El musulmán no cree en Dios. Se considera un infiel y le dice a Cervantes que él también lo es. "Y sin amor, ¿qué nos queda?, le pregunta Miguel. "Los pequeños placeres", le contesta. Se lo dice en castellano y en italiano: "I piccoli piaceri". ¿Cuáles son esos pequeños placeres? El sol de la mañana, las estrellas de la noche, un buen banquete y la cópula, enumera el renegado.
Hasán olvida referirse al placer de la literatura. Él estaba encantado con los libros que le leía Cervantes, especialmente el Lazarillo de Tormes. Leer es uno de esos pequeños placeres que hace soportable las inclemencias de la vida. El gran fracasado que fue Cervantes, que lo intentó todo y no le salió nada, salvo lo más importante, la novela más leída de todos los tiempos, fue un perito en desdichas. Pero no se resignó; siguió haciendo lo mejor que sabía: escribir, escribir y escribir. En el polvo de los caminos de la Mancha y en los reveses de la existencia halló la materia narrativa de sus páginas.
Cervantes es de todos o no es de nadie, y mucho menos de los cervantistas. Se le ha presentado como católico y patriota al uso, soldado ejemplar al servicio del Imperio español, otras veces como liberal, algunas como erasmista, también anticlerical y hoy como escritor gay. ¿Qué más da? En realidad sabemos muy poco de él. Es otro enigma de nuestra literatura. Lo importante es su obra. Nos haríamos un gran favor si volviésemos a leerla.