Coñazo lorquiano
Federico García Lorca es el segundo escritor español más leído en el mundo después de Cervantes. Si vais a una librería lo encontraréis en primera fila, compartiendo estantería con Stefan Zweig y Elísabet Benavent. Hay para elegir. La obra de Lorca, pero también cómics sobre Lorca, biografías sobre Lorca, ensayos sobre Lorca, seguro que alguna novela sobre Lorca. En fin, Lorca, Lorca y más Lorca.
Comprenderéis que esté hasta la coronilla de Federico García Lorca. ¿Qué has dicho, desalmado? ¡Cómo te atreves a decir semejante barrabasada! ¡Llamen a la autoridad!
Que sí, que sí, que Lorca es un notable poeta y dramaturgo, que era un chico con duende, tocaba el piano y dibujaba; como pocos conoció la psicología de las mujeres y puso su literatura al servicio de la defensa de los olvidados. Esto lo convierte en un intocable, es más, en un icono. Después de su muerte, Lorca se convirtió en mártir por partida doble: de la República y del universo gay. Es difícil acercarse a sus escritos sin tener en cuenta esa doble circunstancia. Lorca, muy a su pesar, está contaminado de ideología. Y los que lo conocieron íntimamente, como el propio Salvador Dalí, cuentan que era el ser más apolítico de la Tierra. De nada le sirvió, a la vista está.
Admito que lo mío con Lorca tiene algo de personal. Se la tengo jurada. Comparto con miles de profesores de Lengua el destino amargo de impartir a García Lorca cada curso académico. Se lleva como se puede. Hay días y días. Pero cada año se me hace más duro comentar la simbología en el Romancero Gitano, y la descripción de los personajes en La casa de Bernarda Alba. Uno se pregunta por qué demonios Pepe el Romano no entra en esa casa y calma, de una vez por todas, el furor uterino de la viuda y sus hijas. Pero nada, ni por esas. Ahí sigo, de luto y con mala hostia, como Bernarda.
Si me das a elegir, me quedo con Luis Cernuda. Es el grande de la generación del 27. Entre Donde habite el olvido y 'Prendimiento de Antoñito el Camborio, en camino de Sevilla', no hay color, a mi modesto entender. Sí, soy irreverente. Que me perdone el crítico ya fallecido Miguel García-Posada, que tenía a Lorca en los altares. ¿Quién eres tú, larva de escritor, para hablar de esa manera del ilustre granadino? Esta pregunta la contestaré a su debido momento. No hay prisa.
Espero que Ian Gibson no se entere de lo que acabo de escribir. No es por nada, pero le sentará mal. El irlandés siempre amenaza con otro libro sobre el poeta. Ha vivido del negocio lorquiano durante décadas, como tantos otros. Todavía está buscando sus restos, en contra del deseo de la familia. Cabe recordar que antes de escribir sobre Lorca se estrenó con En busca de José Antonio, biografía sobre el fundador de Falange que el bueno de Gibson esconde por razones obvias.
Rosas de plomo, ensayo de Jesús Cotta (editorial Stella Maris), nos habla de la amistad entre Lorca y José Antonio, relación a la que se refirió, un tanto malévolamente, el también poeta Gabriel Celaya. Se veían a escondidas, dentro de un taxi. A ninguno le convenía que se supiera que eran amigos.
La historia no es como nos la contaron.