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Yo maté a Dorian Gray

Siempre nos quedará Jardiel

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Me he perdido otra primavera. Esto me pone triste, quizá demasiado triste. Hay quien se cura de la tristeza visitando al terapeuta, eufemismo para no decir psiquiatra o psicólogo, y los hay que leemos a Enrique Jardiel Poncela. El escritor madrileño es un antídoto contra la depresión. Leer unas páginas de Jardiel te levanta el ánimo. Luego algunos dicen que la literatura no sirve para nada; al menos ayuda a depender menos de las pastillas de colores que se compran en las farmacias.  No acostumbro a releer, pero para esta regla también hay excepciones. Hace unas semanas el azar o mi frágil voluntad quiso que tuviera La tournée de Dios entre mis manos. Me acordaba vagamente de la trama de esta novela de Jardiel Poncela. Bastó que leyera su Prólogo en mesa revuelta para no soltar el libro. El autor aclara que La tournée de Dios , publicado en el inicio de la II República, "no es un libro antirreligioso". Lo escribe poco después de que don Manuel Azaña, aquel masonazo ilustre, ...

Un ciego nos enseña a escribir

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Sorprende el número incesante de personas que dicen ser escritores. Algunas incluso publican cositas. Y les premian y tienen sus seguidores (ellos lo llamarían followers ). Qué osados son. Quizá piensen que por juntar dos letras para formar una sílaba ya dominan el don de la palabra escrita. Me temo que no es así; que este oficio es más complejo, pues requiere de elevadas dosis de paciencia, trabajo y obstinación. Es un largo aprendizaje que no siempre se ve coronado con una recompensa. A las palabras hay seducirlas para luego conquistarlas, y no siempre se consigue porque actúan como mujeres antojadizas. Hablo por mí. Yo aún estoy aprendiendo a escribir. A veces me sale pero otras no. Después de veinte años dedicado al periodismo, en que sabía redactar pero no escribir, ahora intento escribir bien. El periodismo y la literatura son realidades colindantes pero no idénticas. La claridad es una exigencia en el primero, mientras que la belleza es el objetivo perseguido por la segunda. Cla...

Las siete vidas de Ernst Jünger

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Ernest Jünger murió en 1998, a los 102 años, la edad que tiene mi padre. Nació en Heidelberg, una ciudad alemana, en 1895, el año del 'caso Dreyfus', el descubrimiento de los rayos X y el nacimiento del cine. Fue testigo de los últimos años de la belle époque y del imperio germánico, participó en dos guerras mundiales, fue acusado de simpatizar con el nazismo, conoció la amenaza nuclear de la guerra fría, retrató a personajes como Picasso, Céline, Heidegger, Cocteau y Margarite Yourcenar, experimentó con el LSD y se dedicó al estudio de la zoología y la botánica... Fue un titán de las letras alemanas; cultivó la novela, el ensayo, los diarios y la poesía. Supo ver que el siglo XXI sería el del dominio de la técnica sobre el espíritu y el arte.  Su obra más celebre, Tempestades de acero , la escribió en la juventud. Narra su participación en la I Guerra Mundial. La escribió al término de la contienda, ayudándose de las anotaciones tomadas en catorce libretas. Sorprende que algu...

Envejecer, morir, es el único argumento de la obra

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La gente muere y no es feliz. En cambio, unos pocos sí lo llegan a ser, como Mario Vargas Llosa. Un tipo con suerte: además de su innegable atractivo por carácter y físico, fue un genio de las letras, el último gigante de la literatura en español. Un estajanovista en lo suyo: decía que su obra era fruto del trabajo y no de su talento. La modestia de un grande. Murió de viejo, a los 89 años.  La vejez, ¡ay!, la vejez. Oteo la senectud en el horizonte. Me faltan cinco o seis estaciones para llegar a esa estación. Hace un par de semanas, leí una entrevista que le hacían al poeta Luis Antonio de Villena a propósito de su último libro, Miserable vejez . La conversación con el periodista giraba en torno a la decadencia física y mental en el invierno de la vida. No hay nada rescatable en hacerse viejo, decía De Villena, que tiene la elegancia patricia de no caer en el autoengaño.  La cercanía de la vejez y sus estragos en uno mismo y en sus relaciones con los demás centran la novela ...

La mala literatura nace de un buen corazón

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España es un país extraño, desconcertante y cada vez más peligroso. En España te ocupan tu vivienda y tienes que pagarle la luz, el gas y el agua al delincuente; la presunción de inocencia ha dejado de existir para los hombres, considerados violadores potenciales, y se censuran libros como en los tiempos de Gabriel Arias-Salgado. Me detendré en esto último, dada la naturaleza de este blog.  Quien siga vagamente la prensa se habrá informado de la polémica suscitada en torno al libro El odio , de Luisgé Martín. Esta obra trata de José Bretón,  que el 8 de octubre de 2011  asesinó a sus dos hijos, Ruth y Javier, de seis y dos años, para hacer daño a su mujer. El escritor da voz al asesino, con quien llegó a hablar.  A poco de conocer la publicación de El odio , Ruth Ortiz, la madre, reclamó que el libro no se distribuyera alegando el dolor causado por su exmarido. La Fiscalía de Menores de Barcelona, para proteger la memoria de los niños, solicitó el secuestro del libro...

Una presencia llamada Yann

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A María Consuelo Reyna, amiga y compañera Los amigos me regalan libros. Mi amiga María Consuelo Reyna me ha regalado un buen puñado de ellos, con los que he rellenado un estante de la librería del comedor. Me queda poco espacio, esa es la verdad. No sé dónde encontraré hueco para tanto papel impreso. Me entristece pensar en el destino que les espera cuando ya no esté. Son como los hijos que no tuve y los que me suavizan los días.  Pocas personas han influido en mi vida. Mis padres y diez o doce más. María Consuelo figura en esta exigente lista. Sin conocerme de nada, cuando era un estudiante de 3º de Periodismo, me dio la oportunidad de hacer prácticas en Las Provincias . Era el verano de 1989. Repetí al año siguiente. Pasaron unos años, y volvió a acordarse de mí, cuando me encontraba en paro. Me contrató en 1996. En el diario trabajé hasta 2003. Con María Consuelo aprendí a sobrevivir en este oficio cruel y hermoso que deja cadáveres a su paso.  Desde hace un tiempo somos am...

Los últimos de Filipinas

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Al llegar hoy a casa me he reconocido en la voz de Luis Rosales, en aquel poema memorable de La casa encendida , que empieza así: Porque todo es igual y tú lo sabes has llegado a casa y has cerrado la puerta con aquel mismo gesto con que se tira un día,  con que se quita la hoja atrasada al calendario cuando todo es igual y tú lo sabes. En Valencia ha llovido una lluvia fina e inocente, pese a que las autoridades, siempre tan consideradas con sus súbditos, habían anunciado el Apocalipsis. Los cuatro jinetes, sin embargo, no llegaron a la ciudad, así que habrá que esperar un poco más, quizá sólo unos días o semanas, a ver si con suerte asistimos al final de los tiempos, lo cual no sería mala noticia.  Esta tarde he vagabundeado por la Gran Vía Marqués del Turia. Una arteria muy literaria. En ella vivió María Moliner y muy cerca, en la calle Almirante Cadarso, Max Aub, y en la de Taquígrafo Martí, el poeta Juan Gil-Albert. Era la hora de la comida. Las casetas de la Feria del Li...